Cuando en 1956 la congregación de las Filipenses comenzó a construir su colegio en la calle Eduardo Dato de Palencia apareció uno de los mayores tesoros de la época prerromana. Este importante hallazgo arqueológico se repartió, ya que entonces no había obligación de depositar los restos encontrados en alguna institución pública, como ocurre desde la Ley de Patrimonio de 1985. La propia orden religiosa se quedó con una parte, que donó al Museo de Palencia en 1996, mientras que el arquitecto del edificio, Luis Carlón, con otra. Después de varios años de negociaciones, los siete hijos del arquitecto han depositado en el Museo de Palencia esas piezas que atesoraba su padre: ocho enteras de plata más fragmentos de otras dos, y tres de oro. Son pulseras, collares, pendientes, brazaletes y una fíbula espiraliforme, y además, siete monedas de plata. Todas ellas datadas en los siglos II y I antes de Cristo. Aunque el depósito se realizó el pasado 11 de febrero, ayer se celebró un acto de entrega oficial, al que asistieron los descendientes del arquitecto, así como amigos del Museo. Como padrino del depósito, el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Valladolid, Germán Delibes de Castro, situó las piezas en su contexto histórico. Delibes se mostró primero «enormemente contento» por esta acción de los Carlón, «porque es un tipo de documento muy representativo de la historia antigua de Palencia, en concreto de la época prerromana y del momento de contacto con el mundo romano». El profesor agregó que estas piezas constituyen un documento importante «porque no es muy común que en una ciudad hayan aparecido tres conjuntos de la espectacularidad de estos». Son documentos, además, de la historia con mayúsculas de la época prerromana y romana», puntualiza. Delibes explicó cómo se escondieron estos tesoros. «Las gentes palentinas, como las de otros lugares, cuando se acercan las tropas romanas en el proceso de conquista del territorio, saben que les van a ser confiscados sus bienes y los esconden. Cuentan muy bien los cronistas que acompañaban a las tropas romanas que cuando se tomaba una ciudad, había dos posibilidades: se asediaba y se pedía un botín, y si no accedían a entregarlo, se tomaba la ciudad por la fuerza», señala Germán Delibes. «En algún caso, en Andalucía, se sabe que las gentes tiraban las joyas más valiosas al fuego antes de que el invasor se quedara con ellas. En otras ocasiones, nos cuenta el cronista Apiano que las tiraban al fondo de los pozos, y en otras lo escondían debajo del pavimento de sus casas, con la intención de que cuando desapareciera la inseguridad se intentaría recuperarlas», explica. Delibes destacó también que este tesoro permite abordar la posibilidad de la existencia de una orfebrería vaccea. «Es interesante y atractivo comprobar que las joyas tienen una personalidad estilística. No son iguales que las joyas prerromanas del Guadalquivir ni las que se hacían en Galicia. Eso probablemente hable de que debió haber unos orfebres, que a lo mejor eran ambulantes, que circulaban y trabajaban de acuerdo con las formas estilísticas que demandaban los ricos. También podía haber unos orfebres en Palencia que trabajaban con unos criterios específicos», concluye Delibes. Fuente: El Norte de Castilla: http://www.nortecastilla.es/v/20110416/palencia/museo-palencia-suma-nuevas-20110416.html
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